La crisis social causada por el COVID ha llevado también a reinventarse a algunas ongs que ahora están cambiando temporalmente su trabajo de cooperación al desarrollo en países del sur, por una acción humanitaria, social y de emergencia en su entorno más cercano. Reconvierten y adaptan la solidaridad a los tiempos del coronavirus. Así lo está haciendo la Fundación Juntos por La Vida, que trabaja en proyectos de infancia y género en Benin (Africa), pero que durante estos meses está poniendo su foco de acción en ofrecer ayuda básica en alimentación a familias necesitadas de la ciudad de Valencia. La tienda solidaria de la ong situada en el barrio de Ruzafa, ha arrinconado la ropa de segunda mano y artesanía africana que suele vender para financiar sus proyectos, y ahora está llena de cajas con verduras, legumbres, arroz, bocadillos, leche y alimentos de primera necesidad.

Los voluntarios y voluntarias colaboran cada día recogiendo las donaciones de supermercados, el Banco de alimentos, mercados de barrio, empresas valencianas, aportaciones de todo tipo de tiendas y establecimientos, y de particulares que hacen “compras solidarias”. Y con todo ello preparan cajas que van destinadas a familias que están viviendo situaciones muy difíciles económica y socialmente.

Algunos de esos “lotes” los reparten en un pequeño locutorio de la Avenida del Cid que regenta María, una hondureña que de forma altruista está ayudando a muchos compatriotas. Cada día acuden allí familias con sus carros que llenan de comida y apoyo de organizaciones como La Fundación Juntos por la Vida. María nos dice que muchas de las personas que acuden están pasando hambre, y hay madres que se van a dormir habiendo tomado solo un vaso de agua, porque lo poco que tienen se lo han dado a sus hijos para cenar.

La mayoría son migrantes, sin trabajo, “sin papeles”, y por su “invisibilidad”, no tienen acceso a ayudas de las grandes organizaciones “ porque no estamos inscritos” confiesa Orly ,un joven que tiene a su cargo una familia de 7 personas, con 4 menores y a quien la crisis ha dejado sin el trabajo que tenía en un polígono . “Llevamos dos días sin comer, hasta ahora que vamos a comer, y yo sufro porque mis hijo lloran” confiesa con tristeza pero agradecido. Diana tiene 30 años y dos hijas. Antes cuidaba a una anciana, pero ha perdido su trabajo y apenas llega a fin de mes para vivir. La comida que recibe como donación “nos salva un poco” dice sin perder la sonrisa.

En otra ocasión las cajas solidarias de la Fundación Juntos por la Vida, llegan al barrio de Nazaret, donde en su plaza, un grupo de mujeres con sus carros vacíos esperan llenarlos al ver llegar los coches de la Fundación. Loli tiene tres hijos y su marido solo cobra el paro y no les llega, por eso viven en casa de sus suegros. En la familia de Teresa solo trabajaba su marido “es albañil pero ahora está en paro y no ha cobrado el erte”, nos cuenta. Viven al día, sin ahorros, y cuando falta el trabajo, falta todo. Por eso esta donación es un alivio que ayuda en estos tiempos escasos, confiesa agradecida.

Otra tarde del domingo voluntarios de la Fundación Juntos por La Vida llegan a una zona deprimida de la ciudad, donde viven familias rumanas en casas “ocupadas” y en muy malas condiciones. Todos se congregan alrededor en un ambiente de algarabía a la espera de lo que puedan recibir. Piden que la próxima vez lleguen mas cajas para más familias.

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Al Espai Solidaria que la ONG tiene en Ruzafa, también se acercan vecinos del barrio a pedir algún tipo de ayuda al ver el movimiento solidario que se aprecia desde la calle. Con mucha timidez entra Alicia, tiene 72 años y nació en Valencia donde ha vivido siempre. No puede evitar romper a llorar confesando que nunca ha tenido necesidad de pedir, y ahora se ve obligada a hacerlo. Nerviosa dice que el día anterior solo pudo comer una patata hervida, y pide por favor si se le puede dar algo. Ese día comerá arroz con pollo y además se lleva leche y alguna cosa más. Se va agradecida y emocionada no solo por la comida, sino porque se ha sentido escuchada y apoyada.

Los voluntarios de la Fundación Juntos Por la Vida colaboran también con “Amigos de la calle “preparando comida y bocadillos que la ong reparte cada día a 300 personas “sin techo” de la ciudad de Valencia. Bocadillos y tupper solidarios que hacen mas llevadera su vida confinada en la pobreza. Muchas horas de trabajo altruista cada día en el Espai Solidaria de Ruzafa, el local de la Fundación, con buena energía y buen ánimo. Un trabajo que beneficia a los que reciben pero también a los que dan, porque “ayudar a los demás, nos hace sentir bien a todos, es terapéutico” confiesan los voluntarios.

Clara Arnal, presidenta de la Fundación dice que la emergencia social surgida por el coronavirus les han hecho reconvertirse, sin olvidar el trabajo que desde hace 25 años realizan en Ucrania, y en los últimos años también en Africa. Pero ahora los voluntarios y la ong creen que es necesario su trabajo en Valencia, que les está mostrando esta realidad cercana. Por eso cuando pase esta situación urgente seguirán trabajando también en esta acción social, especialmente con mujeres, en su acompañamiento emocional, que será muy necesario tras esta crisis que está cambiando nuestras vidas, nuestro mundo, y nuestros sueños.

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