A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Y a mi siempre me han enseñado, hasta ahora en las películas, en internet, en los libros de historia y en los museos, que allá donde hay trincheras, personas que van con rifles cargados dispuestos a disparar al enemigo… granadas y artillería… allá hay una guerra.

Y allá tuvimos la ocasión de ir el pasado mes de marzo. A la guerra de la cuál nadie habla. A la guerra que nadie entiende. A la guerra del Donbass. Cientos de miles de hogares abandonados, disparos que se escuchan al alba… desapariciones no reportadas. Miles de personas que han regresado a sus hogares y otras muchas que nunca salieron de allí. Tuvimos la ocasión de hablar con algunos de ellos… familias que habían pasado meses escondidos en sótanos.

Ahora la guerra está mas controlada. Algunos hablan de posguerra donde siguen sonando los toques de queda y los tiros al anochecer. Es una posguerra donde las ayudas exteriores llegan. Son ayudas para la reconstrucción de los edificios, de las escuelas. Pero… ¿y las almas? ¿quién reconstruye las almas?

Las pesadillas siguen entre disparo y disparo y el temor vuelve a las escuelas en las que todavía permanecen las barricadas en las ventanas.

Es el mismo temor que vimos en los rostros de las madres cuando les propusimos invitar a sus hijos a pasar un verano en España. Miedo a lo desconocido, miedo a lo ajeno… miedo al otro, Poco a poco, y con la colaboración de nuestra contraparte en Ucrania, Natalia y Daniel, que a través de su proyecto «Soñadores» están ayudando a los niños y jóvenes de la guerra a integrarse en la sociedad y conseguir sus metas, las madres y padres comprendieron que el viaje a España iba a suponer un respiro, no solo físico, sino también emocional para sus hijos. Y es que ya llevamos 25 años de acogida de niños de Ucrania.

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El 13 de junio, 12 niños y niños de las ciudades de Krasnagorivka y Marinka, en la Zona Roja de Ucrania, comenzaron el viaje a España. El 2 de septiembre han regresado a sus casas. Sus familias ucranianas no tienen palabras para agradecer la labor que los voluntarios y las familias españolas han hecho por ellos. Se fueron unos niños y han regresado otros diferentes. Y no sólo es que hayan aprendido español, cosa que les va a ayudar en su futuro, sin lugar a dudas. Han abierto sus ojos al mundo. A un mundo en el que vivir en paz es posible. Han vivido en el seno de familias en las que el amor y la ternura son el pilar de la convivencia, y en el que se les han trasladado unos valores fundamentales que no olvidarán. Han reído, han jugado, han comido, han probado cosas nuevas, y sobre todo… han salido durante dos meses y medio de una situación en la que nadie desea vivir.

Los familiares, los profesores y ellos mismos, han enviado unos emotivos videos de reconocimiento y agradecimiento a las familias de acogida que les han proporcionado estos dos meses de respiro de la situación tan dura en la que se vive en el Este de Ucrania. Algunos de ellos saludan a sus familias dea acogida en un video entrañable, esperando que llegue el próximo verano para visitar España de nuevo.

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